domingo, 16 de noviembre de 2008

La dama de sobretodo azul

Lyon, octubre de 1889

Capitulo I - La taberna

En la taberna entra una dama, rubia, flaca, altura media, con pecas, un gorro y sobretodo azul, llorando, se ve trastornada, se sienta junto a mi y pide un vaso de agua fría. Me presento, le pregunto amablemente si le puedo ayudar, y ella responde:
-Lamentablemente no, pero gracias por preocuparse
-Y por qué llora? Segura que no le puedo ayudar?
-Es una larga historia, muy larga...pero tengo toda la tarde libre así que se la podría contar.
-Desea que vayamos a mi casa o prefiere quedarnos aquí? – pregunto amablemente
-Por favor dame del tú, en realidad me da igual
-En ese caso, mi casa queda a unas cuadras – digo mientras saco mi billetera del bolsillo.
-Bueno, como no. Ah pago yo por favor – dice con su hermosa y suave voz, ahora solo lagrimea un poco y cada tanto suelta una risita o una sonrisa.

Capítulo II – Mi casa

En el camino, la dama se va secando las lágrimas y sus mejillas enrojeciendo, ya sonríe. Cuando llegamos abro con cuidado la puerta y una vez que entramos cuelgo la llave en el portallaves. La dama mira maravillada los minúsculos animales y personas de papel y yo le explico
-Se llaman “origami”, es un arte oriental, animales, personas y objetos representados en papel
-¡Es maravilloso! – exclama divertida.
-Bueno me querés contar la historia?
-Cierto, casi me olvido – dice triste y luego larga un suspiro acompañado por una expresión de tristeza
-Te podés sentar aquí – le advierto indicando los sillones verdes junto a los cojines de un tono más claro, ella se sienta
-Bueno aquí va....

Capítulo III – La historia

-Cuando era niña tenía una amigo, Tomás, más bien mi mejor amigo, lo quería mucho, pero luego, cuando fui adolescente me cambié de casa y escuela a causa del trabajo de mis padres periodistas, así nos quedamos incomunicados varios años. A los 18 años me volví independiente y me fui a una casa cerca de la primera, mis padres se cambiaron a otra casa (la cuarta) por cuestiones de trabajo, pero ésta quedaba muy lejos de la mía, y en las vacaciones (de unos 4 ó 5 días como mínimo) yo viajaba para visitarlos.
En el barrio volví a ver a mi amigo Tomás y nos intercambiamos direcciones de casa y trabajo y luego de un año (o casi) nos pusimos de novios.
Un día me llegó una carta de mi padre y me pedía que por favor fuera a visitarlos porque mi madre estaba muy enferma y mi padre no la podía cuidar pues tenía que trabajar. Así que empaqué mis cosas, saludé a mis amigos, sobre todo a Tomás que me acompañó hasta el parador de carruajes y emprendí viaje hacia la casa de mis padres.
Mi madre estaba realmente debilitada, tenía problemas cardíacos y mi padre me pidió que la cuidara hasta que sanase. Pero el doctor que fue a visitarla dijo que mi madre moriría en pocos años si no sanaba pronto. Como advirtió el doctor mi madre falleció en uno de los tantos paros cardíacos.

Capítulo IV – De vuelta a casa

Cuando mi madre falleció volví a mi casa y en el camino el caballo que tiraba del carruaje golpeó sin querer a un gato, mejor dicho un cachorro de gato, y yo lo llevé conmigo para curarlo y cuidarlo.
Luego de unos días en mi casa fui a la casa de Tomás y pregunté por él a su madre que me miró con tristeza y me invitó a pasar
-Ah....Tomás...no te han dicho de.... Mejor pasá y acomodate ya te explico.
Una vez sentadas en el sillón azul del salón, su madre me explicó todo:
-Tomás hace unos años , bueno...Lo llamaron para la guerra y fue hace dos años...Falleció. Lo fucilaron en la guerra.
Yo no lo podía creer. La guerra había interrumpido una alegre vida y una hermosa historia de amor y una profunda amistad. Ahí comencé a lagrimear, luego llorar, después sollozar. Era...bueno, es un dolor profundo, pero que una bala, un cuchillo o cualquier otra lastimadura o herida física. Las heridas sentimentales o psicológicas son las peores.
-Y luego fui al bar, y vinimos aquí y te conté la historia. Ah...todavía no me presenté, que descortés. Soy Elsa –dijo soltando una lágrimas pero al final sonriendo.
-Yo soy Ramón Quimbae – digo acomodando los cojines y verificando que no se caigan.
-Bueno Ramón se me hizo un poco tarde y me tengo que ir. Fue un placer contarte mi historia – Dice con su melodiosa voz.
-Bueno Elsa ya te abro la puerta, hasta luego y suerte. Ah, si tenés algún problema y te puedo ayudar solo vení a mi casa y tocá la puerta ¿bueno? – mientras abro la puerta ella responde:
-Lo haré

Capítulo V – La carta

-Ramón, casi lo olvido, la madre de Tomás me dio esta carta – mientras saca deslizando una carta amarillenta del bolsillo de su traje azul
-No sé leer ni escribir, así que ¿me la prodrías leer otro día? Porque ahora me tengo que ir y ....- mira su reloj de bolsillo – Huy, se me hizo tarde! Bueno, chau, hasta luego Ramón – dice apurada mientras sale y cierra la puerta.
-Chau – digo, pero ya es tarde y Elsa ya se fue y me dejó la carta sin ni siquiera saber si se leer, por suerte si. Salgo buscándola para pedirle su dirección pero ya había desaparecido. Nunca más la vi. A los costados de la puerta me esperaban dos hombres, me asaltan, deslizan su afilado cuchillo por mi cuello y muero al instante. Me quitan la billetera, las llaves, la carta de Elsa y otros objetos de valor que ven en mi casa.
Una vecina encuentra la puerta abierta y a mi muerto.
Nadie supo más de mi propia muerte.
Se preguntarán como sé lo que pasó después de mi muerte y cómo hice para escribir esta historia. Ahora soy un fantasma, un espectro, condenado a escribir esta historia una y otra vez hasta la olvidarla.

1 comentario:

klavatelli dijo...

¡¡No!! ¡¡pero pobre hombre!! ... ¿¡¡cómo lo van a matar así, por nada..!!?